Por fin, por fin parecía que todo volvía a la normalidad; Mister Withman as el Conde Saint Grain viviría los años que le quedan en el calabozo de los Vigilantes. Mientras, ellos se habían quedado paralizados cuando les sacamos de la sala del Dragón.
Tratamos de explicarles qué habia pasado, pero estaban tan trastornados que no podían entender si quiera qué había pasado.
Así que aquí estamos los cuatro; Lesly, Raphael, Gideon y yo. En el piso de Gideon, con una copa en la mano cada uno.
- Bueno, brindemos, ¿no?- Gideon alzó su copa- Porque al fin todo ha acabado. Adios a los estúpidos secretos.
- Porque el conde, ha recibido lo que se merece, pudrirse en el calabozo- Continuó Lesly.
- Porque todos se hayan quitado las estúpidas vendas de los ojos- Siguió Raphael.
- Y por último, porque todo eso, lo hemos hecho juntos- Finalicé yo.
- ¡Por nosotros!- Exclamó Raphael.
- ¡Por nosotros!- Gritamos al unisono.
Y así, bebiendo, riendo, hablando y... Con unas cuantas caricias de parte de Gideon, llegamos a las dos de la madrugada.
- Bueno, yo me voy ya. Mi madre estará preocupada- Dijo Lesly- Raphael, ¿Me acompañas?
Raphael asintió, le dirigió una mirada divertida a su hermano mientras Lesly me lanzaba un guiño poco disimulado.
Bajé la mirada al suelo, ¿esta vez tambien Gideon me rechazaría y pediría un taxi? De pronto, no pude contestarme a mi propia pregunta. Como si me leyera el pensamiento, Gideon me estrechó en sus brazos. Le eché los brazos al cuello y le besé.
Pero de pronto, se apartó de mi. Le mire perpleja, él cogió una copa y echó una fuerte carcajada al ver mi cara de aturdida.
- Ahora brindemos nosotros- Me alcanzó mi copa, sonrió y dijo mirándome a los ojos- Por un siempre juntos.
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